Virtudes de la Madre Georgina:

Humildad: “Para llegar con presteza a la perfección de la humildad, jamás deben desearse los altos puestos, antes al contrario, los más bajos y humildes, aunque para ello se sienta repugnancia: pues esto es muy del agrado de Dios y de mucha edificación para los demás”. (N.S. pág.2.4)
Obediencia: Esta fue la consigna de la Madre Georgina Febres Cordero. Insistía en que el camino para la transformación en Cristo consiste en la conformidad de la voluntad con la de Dios y en la práctica de las virtudes, todo hecho expresamente para imitar a Cristo. Esto supone un gran amor, pues no se imita lo que no se ama. En primer término la vemos dando culto al superior Dios. Escribe: “no olviden las Hermanas, que hemos de ser perfectas imitadoras de Jesucristo, en todas las virtudes, pero de un modo especial en la obediencia, en que tanto se distinguió el que pudo decir verdad: que no había bajado del cielo a hacer su voluntad sino la de su Padre celestial, que le había enviado” (N.S. pág.3.1.)También en las normas nos dice: “acataran las disposiciones y mandatos con prontitud, amor, alegría y perseverancia, aunque sea cosa contraria al amor propio” (N.S. pág.5.8)
Pobreza: la madre Georgina no quiso otra gloria que la de servir a los necesitados, en condiciones en la que se veía privada hasta de lo indispensable. Renuncio a todo y se dejó quitar todo. El desasimiento  de todo interés mundano   es un medio esencial para conservar el bue espíritu que reclama la misión de la Hermana de la Caridad”. (N.S. pág.10.2)  Por ello siempre pudo confiar en la providencia. Respondiendo al trabajo que siempre abundaba, junto a la necesidad de salir a pedir limosna en la ciudad, para atender las necesidades de los enfermos.
Castidad: en su juventud a la cabecera de su padre enfermo dijo: “Señor, tu sabes que mi corazón te pertenece todo entero” aquí revela esta alma elegida que su afecto estaba por encima de todas las cosas humanas. Asi centrada en Dios siempre en todo momento busco cumplir la adorable voluntad de Dios en el servicio al prójimo. La Madre Georgina no engendro hijos, pero fue y será Madre espiritual. Amaba mucho a sus hermanos y familiares, pero jamás entorpecieron su íntima comunicación con Dios. Con inmensa ternura aconsejaba a las religiosas la vigilancia del corazón, por las terribles consecuencias de los afectos no disciplinados  diciendo” demos testimonio de prudencia huyendo del peligro, de modestia conservando el recogimiento de los sentidos, de humildad y amor fraterno, considerándonos siervas ante Dios y ante los Hombres; de sobriedad, en el dominio propio, guardando tono nuestro afecto para Dios, y toda nuestra bondad y ternura para el prójimo, especialmente para los más necesitados” (N.S. cap.6.8.)
Esperanza: Toda la vida de  la Madre Georgina estuvo animada por esta virtud teologal. Era la constante de su vida, para animar a su amable compañera, la Madre Julia, y a todas las hermanas, a darse sin medida, a la empresa de alabar y glorificar a Dios por todo y en toda circunstancia. Comprendió que su camino estaba sembrado de espina. Miraba al cielo a través de sus lágrimas y decía a su querida Hna. Tadea: “Vale la pena esforzarse con la esperanza de poseer a Dios y Salvar muchas almas.” En el  desprecio y la humillación conservo la serenidad y la paz. Su silencio interior, fue la señal de que llego a dominarse a sí misma. Sufrir y callar, actitud en línea recta hacia la inmolación con Cristo. Inmolación alegre y gozosa, con miras a hacer felices a las hermanas y a los enfermos que tuvieron contacto con su deber. Para la Madre Georgina el olvido de si, y el vencimiento del propio genio, era fundamental en la Comunidad.  Por eso escribe en las obras de Santidad. “el dejarse llevar del propio genio es causa de los malos hábitos: los cuales, una vez se arraigan en nosotras, se hacen difícil dominarlos, y asi resulta costoso el vencimiento propio. La que aspira verdaderamente a santificarse, debe empezar como lo recomienda nuestro Señor: “por negarse asi misma.” (N.S. pág. 18.19)



Caridad y unión fraterna: la primera llamada de Dios en 1890 fue a la vida contemplativa, en el Convento de las Clarisas, alejada totalmente del mundo, consagrada a la oración, al trabajo y sacrificio por la salvación de la humanidad. Aquí aprendió la ciencia de seguir a Jesús, y de negarse a sí misma. Pero Dios quería prepararla, pues tenía otros designios sobre ella y para muchas almas. Georgina al pie de la cruz, gime porque en aquel convento no podía consagrarse a Dios definitivamente. Oyó otra llamada: ¡Ven y sígueme ¡ y la llevo a otra morada de almas predilectas, donde su corazón siguió abrazándose en la divina hoguera. Allí encontró a Cristo doliente y entrego su vida, y su amor y atención esmerada a los enfermos en el hospital San juan de Dios. La sabiduría del Divino Maestro la guía y enseñaba por caminos de obediencia y abnegación. La convivencia con las religiosas de Santa Ana se caracterizó por la fe y respeto a la autoridad. Las hermanas la querían mucho y lamentaron que ella saliera de su congregación. La caridad y el amor fraterno en comunidad era para ella fundamental, transmitió a sus hijas este bello espíritu de familia: “Es de imperiosa necesidad que reine entre las Hermanas la más perfecta unión de conformidad de pareceres y voluntades, por tanto procuraran evitar toda palabra, gesto o ademan que pueda perjudicar o alterar esta unión, y en obsequio de ella depondrán hasta su razón, aun en las cosas que lícitamente puedan ponerse en cuestión. Se trataran unas a otras con suma y afectuosa deferencia” (N.S. pág. 12.1-2) El afecto profundo y estable entre nosotras compensa, felizmente, los afectos a que hemos renunciado para estar disponibles al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Las diferencias de caracteres  las suaviza en forma prudente pero firme, con bondad y respeto.
Amor a la Cruz: Para ella la cruz era todo aquello que la molestaba y contrariaba: enfermedades, cansancio incomodidades, fatigas, pobreza….cruces en su espíritu: desprendimiento de sí misma, muerte de sus seres queridos, incomprensiones, humillaciones, desprecios,  preocupaciones, aceptación de sus propias limitaciones, y flaquezas de los demás. Esa fue la cruz de la Madre Georgina  llevada todos los días: la aceptación amorosa de todo lo que se le iba presentando ya previsto o imprevisto. Asi pudo decir: “mi cruz es mi fuerza”. Su mayor preocupación al regreso al hospital eran los enfermos. Se levantaba varias veces en la noche a ver si alguno necesitaba un auxilio especial. Los atendía con esmerado cariño a la hora de la muerte. Toda su vida estuvo orientada hacia la llamada de Jesús: Niégate a ti misma. Comprendió que vivir en comunidad, coco a codo, sin negarse a sí misma, era imposible. Es una ilusión pensar en que podemos vivir sin sufrir y hacer sufrir, por lo menos inconscientemente. No podemos evitar todos los choques, pues no somos ángeles. La vida religiosa exige renuncia y sacrificio. La mayor prueba de amor a la cruz fue su conformidad a la voluntad de Dios, en todo:
Ø  Obedeció con humildad a la voz divina
Ø  Fue fiel a sus compromisos con Dios y amor al prójimo
Silencio y recogimiento: en sus normas para la santidad al respecto escribe: Las superioras deben ser muy estrictas en la vigilancia y guarda del silencio, tanto riguroso como ordinario. De la guarda del silencio depende en gran parte, la paz y la tranquilidad de la casa, porque de las conversaciones particulares e inútiles, no quedan solo intranquilidades de conciencia, gran disipación de espíritu y muchos otros males. Mas su silencio no alteraba jamás las reglas de cortesía y amistad a su debido tiempo. Las cartas a sus hermanos dicen que siempre estaba contenta y disfrutaba de la alegre jovialidad de la Hna. Tadea, su compañera fiel, quien siempre encontraba motivos para hacerla reir y hacerle llevadera la cruz y la soledad.
Prudencia: Dejó normas de cultura y gentileza, en el trato con las personas, especialmente en el trato de las Hermanas entre sí. “Tengan presente  que  el peligro de faltar dejándose llevar por el mal genio, se encuentra en el trato con las demás personas, para no perder el mérito de las buenas obras y hacer perder a otras personas la paz del corazón, es decir: sufrir y hacer sufrir” (N.S. pág. 19)
Fue prudente porque:
Ø  Escogió los medios más eficaces de querer y obrar.
Ø  Previo las dificultades y peligros.
Ø  Acepto con humildad el triunfo y el fracaso

Ø  Oriento todas sus facultades y fuerzas a cumplir su misión, su carisma.

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