Enfermedad Madre Georgina

La Enfermedad: Si quieres seguir al Señor, prepárate para la prueba. Es bueno reseñar la frágil salud que padeció desde muy joven la Madre Georgina, limitación que sobrellevó con mucho heroísmo cuando se inició la atención del Hospital San Juan de Dios, y que poco a poco le fue minando en su entrega abnegada a la Obra que Dios le había confiado. Con el correr del tiempo, el aumento de la comunidad, de las pruebas y angustias, agravó la salud de la Madre Georgina, situación que la va a imposibilitar estar al frente de su amada Congregación Religiosa. Es así que el 13 de septiembre del año 1909, el Señor Obispo Mons. Antonio Ramón Silva, le dio permiso a la Madre Georgina para que se trasladara a casa de su Padre el Dr. Foción, precisamente por motivo de dicha enfermedad. El 20 de octubre la Madre deja la Comunidad, por la causa antes expuesta, contando para entonces con 48 años de vida. El 23 de octubre del mismo año le escribió Mons. Silva a la Madre Georgina en donde le dice: “Ojalá el Señor le conceda a Ud. la salud, (…), para que vuelva a gobernar la Congregación Afiliación de las Hermanas de la Caridad de Santa Rosa de Lima a la Orden Dominicana. El proceso de Afiliación se inició el 29 de mayo de 1924.
En este periodo, a la espera de ingresar de nuevo a la Congregación, ya Hermanas Dominicas de Santa Rosa de Lima, falleció la Madre Georgina y por carta de Gabriel a su Hermano Antonio sabemos que: A ella le dio la gripe (sic), mejoró y a los pocos días volvió a recaer con un malestar general, fiebre y un fortísimo dolor de cerebro. El sábado en la noche se confesó con el Pbro. Dr. Chacón y exigió al Pbro. Pablo E. Uzcátegui le llevase el Sagrado Beático a las 5 a.m. del día siguiente, pero esa misma noche se le caracterizó el ataque cerebral que le hizo perder el conocimiento y se trabó, en términos que cuando llegó el Pbro. Uzcátegui a las cinco de la mañana, ya no pudo darle la Sagrada Comunión sino los otros auxilios espirituales; empezó pues su estado agónico que terminó a las 4 p.m. del domingo veinte y ocho. Tuvo pues ocho días de gravedad. Acompañaron en las exequias, el clero de la Ciudad, las Hermanas Dominicas de Santa Rosa de Lima, de quien se le considera su Fundadora, las Hermanas Franciscanas y el Seminario en  El periódico Juan Rodríguez Suárez comunicaba el deceso diciendo que: La vida de la Madre Georgina fue, como la de casi todos los fundadores de congregaciones, de lucha constante, de privaciones sin cuento, de esfuerzos laudabilísimos, de penitencia edificante y de virtudes evangélicas, ejerciendo siempre la caridad, ya en el Hospital, ya en la Congregación, por la que se desvivió y por la que sufrió profundas penas, o ya retirada en su celda en donde junto a las rosas con que adornaba a las imágenes florecía inmaculada la Oración.
Mons. Clemente Mejía en una carta a su hermano Antonio dice de ella: 
“La Reverenda Madre Georgina, fue una mujer fuerte, excepcional en estos desgraciados tiempos que alcanzamos, de una voluntad fuertemente decidida por el camino del bien, que hubiera realizado muchas cosas buenas si el medio ambiente no le hubiera obstaculizado. Conocí su gran espíritu desde los principios de su conversión, como ella lo decía con mucha gracia, lo bebía con ahínco en la gran Santa Teresa de Jesús, cuyas obras siempre leía y aún meditaba. Poseía grandes conocimientos ascéticos y místicos. Su piedad verdadera, con las características de varonil, como debe ser, era capaz de entusiasmar a todos los sacerdotes en las grandes luchas de la conversión de las almas. Alma blanca y grande. Acepto gustosamente todas las nobles manifestaciones de su agradecimiento por lo poquito que pude hacer en la muerte de la gran Madre Georgina Febres Cordero: ella se lo merecía todo y mucho más. ¡Que descanse en paz la noble religiosa!! Yo deseé (sic) hacer todo lo que se merecía la Reverenda Madre Georgina; pero no me fue permitido sino confesar públicamente que fue virtuosa toda su vida y que fue la genuina fundadora de la Congregación de Hermanas de Santa Rosa de Lima, hoy Hermanas Dominicas de Santa Rosa de Lima”.
Y en  otra carta de su hermano Antonio a la Madre Luisa dice:
Georgina tuvo siempre para Ud. el más alto y justiciero aprecio; y como Ud. fue una de sus más esforzadas compañeras en la fundación de la Congregación, no es posible escribirle en estos momentos sin que se humedezcan de lágrimas mis ojos, tan vivo en el recuerdo de mi querida hermana, cuya vida, cuya santa historia, desde el hogar hasta el claustro y desde el claustro hasta la tumba, fue senda perfumada de jazmines, iluminada por la virtud más pura.”.




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